viernes, 1 de junio de 2012

Henrique

Confieso que estoy harta de estar harta, lo cual es el hartazgo elevado a la ene potencia. Pero ese hastío, ese cansancio que penetra cada poro, comienza a deshacerse cuando leo cada día la travesía de Henrique por el país buscando convencer a la gente y contagiarla del genuino deseo de progresar, sin ser esclavos de un estado obeso, aplastante e inhumano. Yo conozco mucho a Henrique. Pudo rendirse. Y no lo hizo. Pudo escaparse. Y no lo hizo. Pudo olvidar. Y no lo hizo. Pudo descarriarse, venderse, corromperse. Despegarse, desconectarse, desentenderse. Y no lo hizo. A los hombres no se les mide por lo elevado de sus gritos sino por la honestidad de sus susurros. Y los de Henrique los he escuchado. En momentos buenos y en momentos malos. Cuento los días. Apenas pudo esperar.

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