miércoles, 16 de mayo de 2012

La dama de las camelias

Algún día alguien conseguirá la manera de arreglar esta maquinaria dañada que es mi cuerpo. Ayer estuve buena parte del día con la tensión en el suelo. En la tarde en Parque Arauco estuve a punto de poner la cómica de desmayarme frente a los incautos visitantes que de seguro no hubieran entendido el episodio. Sentí todos las alertas. Los pitidos, las estrellitas, el sudor frío, el vértigo. No me vi en un espejo, pero de seguro estaba cual hoja de papel de envolver cristal. Una maravilla, pues. En Zara tuve que poneme de cuclillas. El pobre cajero de la tienda sigue aun sin entender ni media palabra del espectáculo de aquella minuscula mujer en el suelo. Ya no puede importarme menos lo que diga la gente. De regreso en casa, siguió el mareo y le pedí a Arnaldo que me midiera la tensión. 9.4/5.2. Es decir, la dama de las camelias. Sin su glamour y su porte, pero con el dramón de novela. Hoy debe estar listo el resultado del examen. Estoy en manos de Dios y del alemán.

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