La noche de anoche el cielo santiaguino se vistió de luces. Relámpagos, rayos, truenos. La puesta en escena de un drama sureño. Aquí llueve con una rara pasión. Como si allá arriba se estuvieran peleando los dioses de Los Andes.
Arnaldo dormía y yo admiraba la tempestad. Ella hablaba. Hasta sentía su furia. ¿Por qué el enojo? No lo sé. No entendí su idioma.
Creemos en el norte de Suramérica que los de de aquí abajo son poco pasionales. Creemos que somos nosotros, los tropicales caribeños, quienes hemos pintado de color las emociones. Nos creemos más sentimentales. No es así. La naturaleza ha marcado la personalidad sureña. Aquí no hay declaraciones como "si la naturaleza se opone, haremos que nos obedezca". Aquí se la respeta, se hace con ella, no contra ella.
Luego de la tormenta, la ciudad amaneció limpia. El cielo se volvió a pintar de azul.
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